lunes, julio 28, 2008

Entrada de diario, post (en jerga cibernaútica)

TORRENTE BALLESTER en televisión. Ironía, sensatez, honestidad, inteligencia sin alardes gratuitos. Refiriéndose a sus propios libros dijo lo mismo que en el prólogo a sus obras completas: “A mí escribir me ha costado mucho, he tenido que escribir esos otros libros que dicen que estropean mi imagen, qué quieren que haga, que los esconda”. “Yo soy un señor de provincias, el resto me importa un bledo” dice de la imagen pública que a veces quieren dar de él. Se rebela sobre esa preponderancia que se quiere dar a la imagen sobre la obra.

Ser eso, un señor de provincias, un señor particular. Nabokov lo fue. Y Walter Scott dice en su “Diario”: “Como literato no puedo aparentar que desprecio el aplauso del público; como señor particular siempre me ha molestado y desagradado el clamor popular, incluso a mi favor.” El señor particular trabaja y vive elegantemente al margen, sólo parece ocuparse de sus propios negocios, indiferente a las modas y a las querellas, y sin embargo, desde ese margen, lanza su mirada sobre el mundo y opina como un moralista. Otros “señores particulares”: Llorenç Villalonga, Josep Pla, Juan Perucho, Julio Caro Baroja… El cultivo de la inteligencia y de la sensatez, a veces también de costumbres, que resultan anacrónicas y que es una de las formas de manifestar el desacuerdo con la barbarie de la época que a uno le ha tocado vivir, más que un gusto necio por distinguirse y asombrar al público.

“La negra provincia de Flaubert”, Miguel Sánchez-Ostiz, Editorial Pamiela, 1994

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