viernes, septiembre 18, 2009

Cuento

Cada época crea sus mitologías, amigo von der Quelle. En la época moderna nos ha dado por la manía crítica de distinguir entre el cuento oral y el escrito, poner otra barda para que los mandarines discutan sobre su parcela. Con su lenguaje encriptado, y nos señalen al resto las paredes del corral, el abrevadero, la gatera. Sin embargo, al no hacer mucho caso a mandarinatos, uno lee con otros anteojos. Me gusta tanto ése cuentecillo de "El cogedor de acianos", que tengo que inventar su anécdota. Con mis palabras, y no las del autor. Tengo el libro por ahí, si me lo devolvieron, pero no quiero ni saber su título, me basta el recuerdo. (Cuando lo imagino, lo veo como una foto de Plossu, cualquiera de sus fotos de viaje donde aparecen seres menudos, aparentemente indiferentes, a su faena... mejor si es fotocopiada.)

El hombre está trabajando en el campo, quiero pensar en un bosque. Puede que estuviera talando árboles. O tal vez segando. Le dicen que su madre agoniza, que tiene que volver al pueblo. Puede que a un pueblo de Castilla. El hombre se sube al tren, pero no lleva billete. El revisor le indica que tiene que bajarse porque no tiene dinero para pagar el peaje. Vuelve andando. Al llegar, su madre ha muerto. Vela el cadáver y acompaña el entierro. La familia le da algo de dinero. El tren se detiene en la estación. Ahora el hombre ya tiene dinero para pagar el pasaje, pero decide volver a pie. Escuchar el piar de los pájaros, ver las flores y olerlas, embozarse en la luz, ya no tiene prisa.

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