El punto G
Gallardón es un caso clínico.
Hijo de José María Ruiz Gallardón, monárquico y conservador. El padre tuvo dos caras. En la primera, se mostró antifranquista y estuvo preso en la cárcel de Carabanchel. En la segunda, mostró su rostro más conservador, incrustado en las filas de Alianza Popular, la de los 7 magníficos, que fundara Manuel Fraga para guardar el legado del franquismo.
Casado con Mar Utrera, hija del ministro malagueño Utrera Molina, falangista del búnker.
Esos son sus antecedentes familiares, que son esenciales para entender su carrera política.
Lo sorprendente fue que, en un momento dado, el diario El País y el grupo PRISA decidieron que Gallardón era un centrista, un moderado, un progre en el PP. Nada más falso. El que fuese secretario general del partido conservador tras la abrupta salida de Jorge Verstrynge, es lo que es.
Casar a homosexuales como alcalde de Madrid no es ningún gesto heroico. Es cumplir con la ley y lavarse la cara.
Las peleas con Espe formaban parte del teatrillo. Como Dolores Abril y Juanito Valderrama interpretaban desde el escenario.
La ruina por su endeudamiento insoportable del ayuntamiento de Madrid ha sido paralela al negocio de los grandes constructores, los mejores valedores del alcalde... y de parte de la oposición.
Capítulo aparte merecería la agitada vida privada de Albertito. El matrimonio no parece ser un sacramento para él. Y la esposa sumisa en segundo plano no iba a armar escándalo. Por lo demás, la doble moral de la derecha madrileña borraba cualquier desliz. Nunca llegó la sangre al río.
Quienes ahora se caen del guindo, no entienden que Gallardón fue, es y será lo de siempre: un conservador recalcitrante, con mejores modos que la derecha fascistoide que tenemos que soportar a diario en casa, en la calle y en las instituciones supuestamente democráticas.
Que lo disfruten.
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