domingo, agosto 03, 2008

La función del matrimonio


Oh, Wilfrid, el calor meseteño agosta la fibra del aire de las tardes de estos días de verano, con la ciudad medio vacía, mientras no dejan de piar las aves, su canto entra limpio por el hueco de la ventana. Pero enseguida llega la mejor hora, la hora violeta, cuando el día se deja ver entre la bata de sus dos luces de saliva menguante. Dejé resbalar el tedio dominical leyendo revistas escritas para mujeres. Como el último número de "Yo Dona". Oráculo manual necesario, según el sabio escriba AE, otro mirón con anteojos. Y, oh, sorpresita, sorpresa, me doy de lleno con una entrevista a Mariluz Barreiros, y un cumplido álbum de su vida y milagros como hija de uno de los empresarios más innovadores del desarrollismo franquista, Eduardo Barreiros. Sin embargo, al mirar con algo de detenimiento las fotos de su vida, como en las dedicatorias de los libros de un célebre vate que pasó por el mismo trance, ha desaparecido un hombre (allí era el nombre de una mujer lo que se traspapeló). Hasta su nombre se ha esfumado por un eslógan: "tras pasar por su vida uno de los hombres de negocios más influyentes de la última historia". Lo firma una conocida periodista del corazón corajudo: María Eugenia Yagüe. Lejos parece quedar esta otra info, firmada por la misma firma, con las confidencias sobre aquella separación, "civilizada y amistosa". Y es que la vida da vueltas, Wilfrid, los media tienden a ser selectivos en sus olvidanzas, pero google parece imbatible. Tras sorber de una taza de gazpacho casero un buchito, no puedo dejar de anotarle esta cita ilustrada del crítico diletante Cyril Connolly: "La tragedia del matrimonio moderno es que las parejas ya no gozan del apoyo de la sociedad, si bien el matrimonio, difícil en todo momento, requiere de la sanción social. Así, en el pasado, las mujeres casadas censuraban a las solteras; las constantes castigaban a las inconstantes; la sociedad proscribió el divorcio y la cohabitación en el pecado. Hoy sucede al contrario. El Estado acosa a la pareja y se lleva tanto al hombre como a la mujer a sus guerras; la sociedad investiga con impaciencia, a la caza de las menores sospechas de que este tenga una querida o aquella un amante, y unos neuróticos metomentodo, solitarios y envidiosos, se ceban encarnizadamente en la pareja joven". (El sepulcro sin sosiego, 1945) Sea feliz. Que la luz no le agreda demasiado. La vida da vueltas, Wilfrid, y lo que ayer fue miel, ¿quién sabe qué nueva forma nos deparará? Y el olvido al primer bote no parece la menos mala.

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