Pózima de Guanajuato

Vuelvo mis ojos en busca de consuelo a la novela, manoseada por nuestros contemporáneos, aunque siempre fue víctima de violencia machista desde que naciera como pudín de géneros. Me detengo en la última pluma cervantina que ha dado la lengua española, Jorge Ibargüengoitia. Ya estoy deseando seguir los pasos de la huida de La Chamuca -tras la delación, la dispersión de la célula-, arrastrado por el hilo mágico de la voz del narrador, Marcos, El Negro, que tendrá que dejar su trabajo, el compromiso político, e inventarse el papel de un ingeniero de minas que vuelve al seno de la familia, arruinado y perseguido, para salvar la vida y tal vez su relación con La Chamuca. Y entrar de lleno en el espectáculo de las corruptelas oficiales, la sexualidad promiscua y liberadora, los anillos de las herencias familiares, el laberinto de los sentimientos filiales, todo eso, en ese cóctel de mediodía que son las breves páginas de "Dos crímenes". Y es que el mejor perdedor es el perdedor que no ha perdido la capacidad de asombro para con la vileza humana, tan humana, ni el gozo de soñar, tan humano, con un lugar mejor.
Etiquetas: novela
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