Obama en el Teatro Español
Ramón Irigoyen/ ELPAIS
Asiste Barack Obama en Madrid a cuatro acontecimientos culturales -la presentación de una revista, una cena organizada por el culinario Madrid Fusión, la presentación de un libro y un estreno teatral- y, como se esperaba, el presidente de Estados Unidos pasa desapercibido en los cuatro actos públicos a los que asiste. Él, con admirable profesionalidad, se limita a escuchar a los participantes en estos actos y el público, también seducido por los mensajes de los agitadores culturales, se concentra en los mensajes que recibe y no se distrae ni saludándolo ni haciéndole fotos.
El público de Madrid, como ya contó en su día en un soberbio artículo titulado ¿Quién es el público y dónde se encuentra? Larra, de cuyo nacimiento estamos celebrando el bicentenario, es impresionante. El público madrileño, de día, investiga las claves de la guerra sucia por la tormenta desatada en el PP por el espionaje a políticos de Madrid y, al final de la tarde, asiste a actos culturales.
Asistí en la Biblioteca Pública Manuel Alvar, que dirige Victoria Morán, a la presentación del número 24 de Luces y Sombras, una magnífica revista anual de artes y letras editada en Tafalla (Navarra). Esta revista está abierta al mundo. Incluye una selección de Diez jóvenes poetas mexicanas, antologadas por Carmen Dávila. La dirigen Jesús Jiménez Reinaldo y Iosu Kabarbaien. Hubo varios discursos. Con gran instinto político Obama sólo tomó notas cuando elogió cálidamente la revista Salvador Estébanez, delegado del Gobierno de Navarra en Madrid. Las ilustraciones de Luis Cañadas, pintor almeriense residente en Madrid, son espléndidas. Ahí hay un pintor como la copa de un pino de San Martín de Valdeiglesias, un municipio que no sé si tiene pinos, pero que, si no los tuviera, debería plantarlos en homenaje a las tintas chinas de Luis Cañadas. Al salir de la presentación y, por ser esta biblioteca pública de la calle de Azcona, 42, vecina del teatro Guindalera (Martínez Izquierdo, 20), que siempre representa joyas teatrales -ahora viernes, sábado y domingo Molly Sweeney, de Brien Friel; y los jueves, El juego de Yalta, también de Friel- sentí un pinchazo de bici en el corazón y mandé un afectuoso saludo al director de ambas obras, Juan Pastor, y al equipo de Guindalera.
El martes pasado, supe por la información de Rosa Rivas, publicada en este periódico, pormenores de la séptima edición de Madrid Fusión. Aquella misma noche degusté en el Casino de Madrid algunas muestras de cocina vanguardista especializada en minimalismo. Como el artículo decía que la "alta cocina pobre" recupera con técnicas de hoy platos humildes, pensé en Teresa de Ávila, la reformadora carmelita, que habría disfrutado con unas Patatas a la Importancia -las mayúsculas son de la carta-. Aquella cena de Madrid Fusión fue magnífica para aprender castellano, inglés y francés. Los discursos previos a la cena pronunciados en estas lenguas nos demostraron una vez más que a una cena se va a instruirse más que a comer. Salí de la cena muy feliz porque me instruí hasta donde era posible (la megafonía no favorecía mucho la audición).
El jueves pasado, a las ocho de la tarde, sentí la tentación de asistir simultáneamente a dos actos. Deseaba vivamente asistir al estreno de El encuentro de Descartes con Pascal joven, de Jean-Claude Brisville, en el Teatro Español. Y, a la misma hora, la editorial leonesa Everest presentaba en el Círculo de Bellas Artes Piedra y luz. Pazos, torres y castillos, de Javier Ozores Marchesi. Las fotografías son de Óscar Companioni y las ilustraciones de Xosé Cobas. A las seis de la tarde del jueves estaba de muy buen humor. ¿Asisto simultáneamente a los dos actos, me dije, aunque quizá por ello incurra en un acto de soberbia humana? Me acordé de que Jesucristo dice en el evangelio que el pecado contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en esta vida ni en la otra. Y pensando que asistir a la vez a dos actos celebrados en distinto lugar quizá era un pecado contra el Espíritu Santo, preferí no hacerlo. A las siete de la tarde pasé por el Círculo de Bellas Artes, felicité a los autores de Piedra y luz por tan bello libro y, a continuación, me fui al Teatro Español. Preferí no correr el riesgo de ser ubicuo.
El encuentro de Descartes con Pascal joven es una obra excelente. Descartes es el sabio sensato, y el joven Pascal es otro sabio, pero, en su caso, idiotizado por el fanatismo religioso. Josep-Maria Flotats y Albert Triola son nada menos que Flotats y Triola. Su interpretación fue magnífica. A quien quiso escucharle, a la salida del espectáculo, Obama dijo que en el mismo solar en que está construido el Teatro Español, en el siglo XVI, tenía su sede el legendario Corral de la Pacheca. A Obama se le vio muy puesto en la historia del Teatro Español.
Etiquetas: charlas, Ramón Irigoyen, teatros, tú sí
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