Semana negra
Hace un años estuve en Gijón cuando se celebraba la Semana Negra. En realidad, fuimos de viaje por la cuenca del Nalón y nos acercamos a ver el certamen del que los periódicos hablaban tanto. Al llegar a Gijón, la fritanga se podía oler desde la playa de san Lorenzo. Aquel año cantaba Georges Moustaki, creo, y oímos una conferencia de Juan Madrid. Nos bebimos unos gin-tonic aceptables, la verdad. Fue lo mejor. Entre el escenario de fiesta de pueblo, la noria, los libros de saldo, la aglomeración y la freiduría salimos de allí escopetados, aturdidos. Cogimos el tren de Feve y nos fuimos hasta Avilés. Allí no olía tanto a patata frita y el paisaje de la costa es emocinante. Habíamos quedado con un buen amigo, que vive en una casita en un valle aislado en Pillarnu, en el concejo de Castrillón.
Es verdad, qué duda cabe, que la derecha española y españolista, viva en Gijón o en Benidorm, cuando oye la palabra cultura saca la pistola. Ahora bien, eso no quiere decir que la izquierda española y españolista entienda por cultura algo más que charanga y pollo frito. Digo esto porque ayer leí unas declaraciones de Juan Cueto gilipollescas, a su manera. A este Cueto habría que colgarle de un pino sólo por las ideas de bombero que ha tenido como gestor cultural, como apoyar el adefesio de la semana negra. Aún las ha tenido peores, y los políticos han picado de lo lindo. Tal vez por eso el tipo no se arruga y va dando lecciones de maestro ciruela.
Así andamos. Ahora dicen que no hay pasta para seguir con el invento. Pues bueno. Qué pena. Qué pérdida.
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Cuenta Pla en las "Notas para Silvia" una viaje extraño. Dice que viene de India, Vietnam y el golfo Pérsico, que no sé yo si hizo ese viaje, y desembarca en el puerto de Málaga después de atravesar el canal de Suez y el Mediterráneo. Este es el viaje que no cuenta. El viaje que cuenta es por la costa andaluza, de Málaga a Almería, de Almería por Alicante y Valencia hacia Tarragona. Son cuatro notas. Uno piensa en cómo serían aquellas carreteras hace unos setenta años, y se imagina allí al señor Pla. Cada vez que le entra hambre, pide un filete con patatas. Es raro que ni una vez coma unas sardinas, unos boquerones, una dorada. En fin, un arroz. Pla, el gastrónomo que pide filete con patatas en Almería o en Alicante, en Torremolinos y en Benalmádena. Raro.
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