sábado, octubre 04, 2008

Cuánto hemos ganado (y lo que hemos perdido)

La otra noche la Sonia, el Aníbal y el Paquito estuvimos en Conspiradores haciendo memoria de nuestros recuerdos de la tele. Memoria deshilachada, como la vida, como debe ser, dejando resbalar el apunte. Y regresó por alguna tubería del recuerdo "Una segunda oportunidad", el programa de educación vial para un país que regresaba del caos educativo, un país de integristas analfabetos, al progreso más bien superficial y bien remunerado, pero, siempre hay un pero, falto de ética. La pedagogía visual era una cuestión principal. El automóvil, ni que decir tiene, ha sido un emblema absoluto del ascenso social. Para mal. El nombre que se nos atascó fue el del presentador del espacio herziano, Paco Costas.


Otros fogonazos: "Ni en vivo ni en directo", con Emilio Aragón haciendo de Harpo, "Mirar un cuadro", donde la ciudadanía participaba, la UHF y sus horas acotadas de emisión, a Jordi Hurtado en "Si lo sé, no vengo", de los concursos más ácidos e imaginativos de la tele de ayer (aunque mi referente de concurso gamberro sigue siendo "Plàstic"), los dos rombos, la mirada traidora de David Selby para siempre Richard Channing, "Más vale prevenir" con Ramón Sánchez Ocaña, un divulgador sin formación científica y la voz muy amable, casi profesoral, a Verónica Mengod, con sus rizos pelirrojos, "Los chiripitiflaúticos", "La cometa blanca" y el final de la programación infantil: "un globo, dos globos, tres globos...", la revista TP que entonces poblaban los cuartos de estar del piso-vivienda, pagados letra a letra a la promotora inmobiliaria, cuando los intermediarios bancarios no eran todopoderosos ni los créditos financieros la única salida, y el alquiler aún no era un campo de concentración (del 30% en 1971 para 10 millones de viviendas al 10% en 2001 para 20 millones de viviendas legales visto en el raíl de tres décadas, según el Instituto Nacional de Estadística, INE) reducido a marginales, bueno es recordarlo. Lástima que no me acordara de los telediarios de Felipe Mellizo, que irradiaban sobre el salón-comedor la imagen auténtica de la espontaneidad, ni de Ramón Trecet presentando los deportes. Esos flashes televisivos que vuelven a la memoria de los consumidores pasivos que fuímos y nos rebelamos...

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