Romance del Molino
Por el monte, monte, monte...
La bruma abraza el molino.
Baja la niebla al galope
de la cumbre hacia la falda.
El aire dora los bronces.
La luna ríe en la charca.
El viento mece los robles.
El agua mueve las aspas.
La lechuza de los bosques
se ha posado en la garganta.
Dos soles de marzo sorben
las lágrimas que se arañan.
Por el monte, monte, monte,
de la falda hacia la cumbre,
se oye el fruncir de su trote.
Caballo de blanca pena.
Negra se cierra la noche,
sin caminos y sin ruta.
Con la nieve en los estoques
echa pie a tierra la suerte.
Por el monte, monte, monte...
cuatro disparos de fuego.
El viento pinta los ocres.
La pólvora huele a menta.
Con las estrellas por dote
llegan dos guardias civiles.
De lejos, se oyen las voces
cuando arriban a la plaza.
Se pierden por callejones
donde el aire ya no sopla.
El naipe negro del cofre
se enterrará en el silencio.
* * *
Sólo la luna conoce,
lo que la tierra no dice.
La rueca gira su pena...
por el monte, monte, monte.
(Navarrevisca, agosto 2009)
Oh, querido von der Quelle, ya que las exhumaciones de los asesinados por los rebeldes de la guerra civil no tiran ni pátrás, habrá que seguir dando la chapa. Le regalo un pastiche de un romance lorquiano, de ésos que tanto le gustan. La anécdota es conocida. Aniano, el ingeniero que regentaba el molino de luz (la primera fuente de energía eléctrica que vio el pueblo, había varios en distintas presas (alberca, en árabe) a lo largo de la garganta hacia el Alberche), fue asesinado. 1936. Bajo el silencio de un pueblo amordazado. La verdad poética no suple jamás a la verdad forense ni puede enmendar a la verdad histórica. Sin embargo, la tentación oracular de la poesía tiene su propia certeza. Robo un verso a Federico García Lorca para mi pastiche de su romance “San Miguel”, del conocidísimo “Romancero gitano”: “por el monte, monte, monte”.
La bruma abraza el molino.
Baja la niebla al galope
de la cumbre hacia la falda.
El aire dora los bronces.
La luna ríe en la charca.
El viento mece los robles.
El agua mueve las aspas.
La lechuza de los bosques
se ha posado en la garganta.
Dos soles de marzo sorben
las lágrimas que se arañan.
Por el monte, monte, monte,
de la falda hacia la cumbre,
se oye el fruncir de su trote.
Caballo de blanca pena.
Negra se cierra la noche,
sin caminos y sin ruta.
Con la nieve en los estoques
echa pie a tierra la suerte.
Por el monte, monte, monte...
cuatro disparos de fuego.
El viento pinta los ocres.
La pólvora huele a menta.
Con las estrellas por dote
llegan dos guardias civiles.
De lejos, se oyen las voces
cuando arriban a la plaza.
Se pierden por callejones
donde el aire ya no sopla.
El naipe negro del cofre
se enterrará en el silencio.
* * *
Sólo la luna conoce,
lo que la tierra no dice.
La rueca gira su pena...
por el monte, monte, monte.
(Navarrevisca, agosto 2009)
Oh, querido von der Quelle, ya que las exhumaciones de los asesinados por los rebeldes de la guerra civil no tiran ni pátrás, habrá que seguir dando la chapa. Le regalo un pastiche de un romance lorquiano, de ésos que tanto le gustan. La anécdota es conocida. Aniano, el ingeniero que regentaba el molino de luz (la primera fuente de energía eléctrica que vio el pueblo, había varios en distintas presas (alberca, en árabe) a lo largo de la garganta hacia el Alberche), fue asesinado. 1936. Bajo el silencio de un pueblo amordazado. La verdad poética no suple jamás a la verdad forense ni puede enmendar a la verdad histórica. Sin embargo, la tentación oracular de la poesía tiene su propia certeza. Robo un verso a Federico García Lorca para mi pastiche de su romance “San Miguel”, del conocidísimo “Romancero gitano”: “por el monte, monte, monte”.
Etiquetas: memoria histórica, romances apócrifos
1 Comenta:
Habrá que musicar esto...
2:12 p. m.
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