miércoles, octubre 06, 2010

La v de Tomás. En flashes


Hasta que la revista "Temas para el debate" le dedique un monográfico, o, en su defecto, la Fundación Pablo Iglesias un sesudo seminario, imagino que cualquier hijo de vecino puede dar su impresión de las primarias de Madrid, por mucho que le escueza a Alfonso Guerra o al fantasma de Ludolfo Paramio, si aún sigue errante por aquellos pasillos.

Los comentaristas que veían paralelismos entre la figura política de Zapatero y la de Gómez no andaban errados. Ambos son hombres de partido, ambos son hombres de consenso, ambos son hombres sosos, ambos son hombres ambiciosos, ambos son hombres de ese nuevo socialismo que tiene que crearse una figura tras la caída del socialismo real.

Gómez parece una versión mejorada de ZP. Gómez gobernó una ciudad de tamaño medio, como Parla, que ha duplicado su población fruto de la burbuja inmobiliaria. Quien haya paseado por Parla se habrá dado cuenta con sólo mirar de su cambio de imagen: una ciudad dormitorio edificada a cuatro alturas... a la que le nació un barrio estilo Pocerolandia en los alrededores. Parla es una ciudad endeudada hasta las cejas, pero eso, en la España del ladrillo, ha sido un galardón más que un baldón.

Zapatero eligió a dedo a Gómez para que dirigiese la federación socialista madrileña. Algo vería en él que le recordaba a sí mismo. Sin embargo, cuando el aparato se pone bruto y se saca a Trini Jiménez de la chistera, no contaban con la resistencia del ex alcalde. Y no hay mejor corriente de opinión que oponerse a un aparato que gobierna... y cada vez tiene menos respaldo ciudadano.

El aparato socialista madrileño intentó desgastar a Gómez calificándolo el "candidato de la derecha", el preferido de los peperos. Pero tampoco funcionó ese ardid. Y sin embargo, paradójicamente, Gómez tiene la oportunidad de derrotar a Aguirre en la elecciones si se muestra como es Gómez, un centrista, un tacitista.

No sería raro que en mayo, Gómez pasee las orejas de Aguirre por la M-30. El peso de la Gürtel y los ataques a la sanidad y la educación pública, tarde o temprano, pasarán factura a los peperos madrileños, un partido roído por la corrupción y el tráfico de influencias.

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