lunes, abril 09, 2012

El opositor al que se le pasó el arroz

Lo peor del socialismo democrático europeo es que renunció a pensar y repensar su propia casa, sus premisas ideológicas. Es de suponer que creyeron que pasarse a las reglas del adversario, dado el contexto internacional que marca la caída del muro de Berlín y el desplome del socialismo real, les saldría a cuenta. Así nació eso que se llama socio-liberalismo que ha infectado los cuadros de los socialistas españoles o franceses, ingleses o portugueses, holandeses o daneses. La infección en Europa ha sido generalizada al calor de la bonanza económica de las décadas ochenta y noventa.

Pérez Rubalcaba es un superviviente de esos años. Su inclinación dentro de su propio partido siempre ha sido escorada a la derecha: el centro izquierda reformista. Una primera aparición de su figura política es como segundo de José María Maravall en el ministerio de Educación, con ocasión de las protestas estudiantiles de 1986 a las leyes socialistas para reformar el sistema educativo. Desde entonces, entre sus interlocutores, de izquierdas o derechas, tiene fama de maniobrero, palabrero con el tonillo profesoral, muñidor y fullero, político veleta que dice una cosa y a saber qué puede hacer.

El recelo entre no pocos de sus compañeros de partido es el mismo. Y por eso la estrella de Rubalcaba no acaba de ascender hasta el atentado de Atocha y aquellos días de marzo de 2004. La sorprendente victoria de Zapatero, a causa de los errores de bulto del gobierno en funciones del último Aznar, supone la consagración dentro de sus propias filas. En el primer mandato de ZP actúa como jefe parlamentario y, tras la segunda victoria, asciende en el escalafón hasta los últimos gobiernos.

Rubalcaba tiene amigos poderosos en los medios de comuncación y una fortuna, que declara herencia de una tía carnal, que respalda sus ambiciones. Pero la fama de trilero de la palabra, inconsistente ideológicamente y vejestorio de otra época de esta democracia política no hay quien se la quite. Por eso su elección, en vez de la candidata Carme Chacón, no acaba de convencer ni entre los suyos. Y no supone una amenaza real para el PP.

El mismo José Antonio Griñán, último bastión de poder socialista en Andalucía, apostó contra él y a favor de la exministra catalana en la lucha por la secretaría general. La semana pasada en Valencia venció el candidato contrario a Rubalcaba, y en cambio, su apuesta, Jorge Alarte, se veía obligado a dejar el cargo.

En el Psoe no parece ser el líder esperado ni levantar ningún entusiamo. Lo viejo y conocido, no tiene porqué ser querido. Y fuera del Psoe, sólo despierta desconfianza y anidmadversión. Son muchas las mentiras y muchos los incumplimientos en una vida demasiado larga dentro la lucha partidista. Ver su poco agraciado careto en la tele y entrar en modo no-me-creo-ná es todo uno. Y parece que somos cientos de miles quienes vemos eso en el candidato cántabro.

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