martes, noviembre 30, 2010

Camuflajes

Quien hubiera pensado que la correspondencia diplomática de las naciones más poderosas del planeta son un ramillete triste de chascarrillos. Dimes y diretes. Al final parece que todo consiste en dar importancia a lo que carece de ella. Bajo el vestido del Estado, hay un hombre en bata correteando y cotorreando con los rulos puestos. Como en un chiste sin gracia de los de Forges.

Otoño, depresión. Viento, hojas, lluvia, la acera, un faro de bici en la oscuridad...

Lo que a los ojos de la opinión pública pasa por un bufón, nosotros lo entendemos como uno de los últimos volterianos de Europa. Voltaire era anticlerical y teista. Él, al menos, se dice ateo. Ver a Leo Bassi (foto: en plena actuación, en la UVA) rodeado de sus juguetes, jugando a ilustrado en un país de sombras, lleno de ciudadanos mustios, apocados, desilusionados, hipotecados, pardamente ennegrecidos en sus vidas grises. Sin duda, nosotros, sólo nosotros, debemos estar muy equivocados: no es posible que sólo sea camuflaje lo de los demás.

A vueltas con las elecciones. Votar. Esta vez las catalanas. Escuchando los resultados por la radio, el locutor volvía a manosear el latiguillo más hueco: "En esta fiesta de la democracia..." A depositar el voto tras el espectáculo lamentable de otra campaña huera, lo llaman fiesta. ¿Realmente se lo creerán, o harán el papel que antiguamente hacía el bufón, y hoy está en manos del hombre corriente, gris y fiel contribuyente?

El frío en la cara. El de hoy. Ese frío. Es de las pocas sensaciones que se mantiene inalterable desde la infancia. Sin posible camuflaje.

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