Como escribir con tiza
Oscar Wilde, según Gide, se comunicaba con los demás, en su primera época en París, por medio de apólogos. Para un gran fabulador, un improvisador con una vasta cultura greco-latina era un juego. Y le iba la vida.
"Había una vez un hombre muy querido en su pueblo porque contaba historias. Todas las mañanas salía del pueblo y, cuando volvía por las noches, todos los trabajadores del pueblo, tras haber bregado todo el día, se reunían a su alrededor y le decían: "Vamos, cuenta ¿qué has visto hoy?" Él explicaba: "He visto en el bosque a un fauno que tañía la flauta y que obligaba a danzar a un coro de silvanos". "Sigue contando, ¿qué más has visto?", decían los hombres. "Al llegar a la orilla del mar he visto, al filo de las olas, a tres sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro." Y los hombres le apreciaban porque les contaba historias.
Una mañana dejó su pueblo, como todas las mañanas... Mas, al llegar a la orilla del mar, he aquí que vio a tres sirenas, tres sirenas que, al filo de las olas, peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro. Y, como continuara su paseo, en llegando cerca del bosque, vio a un fauno que tañía la flauta a un coro de silvanos... Aquella noche, cuando regresó a su pueblo y, como los otros días, le preguntaron: "Vamos, cuenta, ¿qué has visto?" Él respondió: "No he visto nada".
André Gide, Oscar Wilde (Lumen), In memoriam
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