miércoles, marzo 03, 2010

Poética: correspondencias



Es la nuestra una época oscura y terminal... y la creación artística lo refleja fielmente.

Los dos narradores mayores de nuestra edad, el alemán W. G. Sebald y el chileno Roberto Bolaño, los dos muertos, representan en sus ficciones mundos negros, cuajados de temores y anhelos abortados, donde la soledad es la figura principal al final de los tormentos que comprenden el amplio túnel de lo que podemos llegar a conocer, de lo que por medio de la intuición y la deducción llegamos a saber, a través de la pura fantasía. En el cine, tal vez sólo Abbas Kiarostami, en mi opinión, sea un cineasta mayor, a la altura de los otros dos muertos, un contemporáneo esencial, con un mensaje claramente luminoso, pese al sabor pesimista que destilan sus impecables ficciones contadas en un tono menor, con su música callada.

Hace unos meses Kiarostami estuvo en Madrid en la Casa Encendida. Nuestro querido Alberto Palma, querido Wilfrid, estuvo presente en el coloquio que mantuvo con algunos estudiantes junto con Víctor Erice, su novio epistolar. Kiarostami y Erice hace años que mantienen una correspondencia fílmica que se encuentra entre lo más vivo y mejor sentido de nuestro tiempo. Solamente son mensajes que uno le envía al otro, y el otro responde. Nada más. No es raro que esta obra sea hoy día irrepresentable salvo en circuitos restringidos, como la sala de un museo. No es raro que ningún distribuidor de Europa o América pueda mostrar hoy esa obra en una sala comercial. No es raro, en fin, que hoy en ninguna televisión pueda ser emitida una correspondencia pública, aunque estrictamente íntima.

Hubiera querido asistir como oyente, pero como nunca preveo nada, me resultó imposible entrar y me quedé en la puerta pese a haberme acercado, con lo que me fastidia tener que madrugar. Yara Sonseca intentó colarme, dado mi interés, sin éxito, mientras me reprendía por no avisar con tiempo. Mientras esperaba sentado en un banco en el pasillo del sótano del edificio de lo fuera la casa de empeños, la primera oficina, la pionera, de Caja Madrid en el sur de Madrid. Mientras esperaba, decía, veía a las azafatas atareadas en sus idas y venidas en busca de material. Mientras esperaba, me alegré de no haber podido entrar, de quedarme fuera y observar el trajín en los pasillos, recostado en el banco, esos trozos de vida que son accidentales, despreciables y ciegos.

Al salir del acto, mientras tomábamos una caña en la barra de La Mancha, le pedí a Palma que me hiciese un resumen del encuentro. Es breve, me dijo Palma, Kiarostami no se ha quitado las gafas oscuras (parecen gafas de sol, pero son de ver). Ha visto los vídeos –había que presentar una filmación para asistir al cursillo-, ha mirado a los chicos y ha dicho en inglés (lo recreo libremente): “Ustedes tienen muchos medios. En realidad, ustedes tienen todos los medios técnicos que son precisos para ejercer este oficio. Ustedes tienen mucha información. Ustedes han visto demasiadas ficciones, han escuchado demasiados relatos. Ustedes, en principio, tienen las manos libres. Sin embargo, ustedes no saben observar. Ustedes se han olvidado de mirar.”

Recordaba el relato oído en los labios de Palma de lo que salió de los labios de Kiarostami cuando la otra noche veía otra de esas ficciones cinematográficas que hoy inundan las carteleras, que bombardean los canales tradicionales y heredados como la televisión o el vídeo.

Sí, vivimos una época oscura, Wilfrid... y la creación artística lo refleja fielmente.

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