Oh, Wilfrid, algún día, como suele decirse, podremos contar a nuestros nietos (o al menos sobrinos) que vimos caer al grupo de comunicación más poderoso de la joven democracia española desde su soberbia altura a un tamaño (digámoslo así) más natural. Cosa que vimos siempre tan tan improbable, hoy, como tantas otras cosas que vimos improbables, ya no lo es, no lo son. Y es que como decían nuestros abuelitos: "a pesar de que le veas grandullón, torres más altas cayeron". Y desde nuestra altura, parecía imposible, pero... Será más difícil explicarles quiénes componían ese grupo de comunicación, gran referente de las políticas progresistas que, como el otro día decía su consejero delegado en una reunión con periodistas, "no son propiedad de ningún partido". Sólo faltaría. Informa 'Público' de que "El valor bursátil de la empresa (poco más de 700 millones de euros) es 4,5 veces inferior al de hace un año. Desde enero, ha caído un 75% y se ha reducido a la mitad en apenas un mes. Tras el desplome de una acción, cuyo precio superó de largo los 20 euros poco después de la salida a bolsa del año 2000, está la delicada situación financiera de Prisa. El grupo tiene un endeudamiento de 4.800 millones, que se ha agravado tras la opa por el 100% de Sogecable, que le obligó a pedir un crédito de 2.000 millones de euros que vence el año que viene." Pues eso parece, sir W, se han endeudado más allá de lo razonable, como una caja de ahorros deslumbrada por el vil brillo del ladrillo, como un banco opusino que pecara de avaricia más allá de lo que los santos Evangelios consideran humanamente tolerable. Han vivido por encima de sus posibilidades, ciertamente amplias.
Los analistas, dicen, además, que la guerra del fútbol les ha laminado al no poder vender aún su plataforma de pago, tan deficitaria, y la torpeza a la hora de confeccionar sus programaciones también habrá hecho lo suyo, ¿no cree, mi lejano amigo? En el caso del periódico, que es lo que yo más consulto, la paradoja es que hoy, en líneas generales, está mejor escrito que hace un año y ha ganado en grosor informativo... hasta critican al gobierno socialista con soltura. Será verdad que la letra, con hambre, sale mejor caligrafiada. Sólo lamento la presencia incorruptible de alguna firma que huele a naftalina cuando no a enchufina, una hormona trepa que afecta más a las mujeres, especialmente a las mujeres de novelistas costumbristas, además, por supuesto, del alto componente en proteína progresina, viviendo en un país donde no existe la socialdemocracia porque no hay ética ciudadana. Hace unos meses el cacique Rodríguez Ibarra hizo unas declaraciones dejando claro la hermandad de sangre, en una secuencia digna de 'Los Soprano', esa serie de gánsters que tanto os gusta a vos como a ellos, dirigidas ni más ni menos que al presidente del Gobierno de España: "Algún día, presi, perderemos el gobierno, pero El País, seguirá ahí", o algo así dijo el pensador extremeño, ya retirado de la moqueta pero no de la charleta mitinera. Obviando, porque le convenía para sus asuntillos cómo se arrancó de cuajo los cuestionamientos del sistema y el tufo a obrero en ese diario que compran los funcionarios: es posible que quede algún obrero en los talleres, desde luego no en las redacciones, donde nunca los hubo.
En fin, me entró un gran contento, como puede suponer, fantasear con que dentro de cien años lo más recordado del diario de la calle Miguel Yuste sea el título de un poemario de Jorge Riechmann, "El día que dejé de leer EL PAÍS" (Hiperión, 1997). Y es que "los sueños, si no se cumplen, te engañan", que canta el Chico Ocaña, Wilfrid, con su voz aguardentosa, y gaditana.
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