Sílvia Colomé/ lavanguardiaRaimon cantaba “Qui perd els orígens, per identitat” (Quien pierde los orígenes, pierde identidad) y eso parece que es lo que nos ha ocurrido con la celebración de la Navidad. ¿Por qué adornamos un árbol en el salón? ¿Por qué nos obsequiamos con regalos? ¿Por qué vienen Papa Noel y los tres Reyes Magos?... El periodista y psicólogo Pepe Rodríguez ha buscado respuestas a todas éstas y más preguntas en el libro ‘Mitos y tradiciones de la Navidad’, todo un viaje por los orígenes navideños, que poco tienen que ver con las tradiciones actuales. Y lo más curioso: lo que creemos a ciencia cierta, quizás no es tan incuestionable como pensamos…
-Por ejemplo, afirma en su libro que Jesús no nació por Navidad. Empezamos bien…
-Exacto, no nació ni el 25 de diciembre ni en Belén. Hay serias dudas de que Belén existiese en esa época, y si hubiese existido, la familia de Jesús no tenía nada que hacer allí. El censo de Cirino fue en el año 6-7 d.C. y sólo se aplicó en Judea, no en Galilea. Que naciera en el año 0 de nuestra era, es un error del monje Dionisio el Exiguo, que no sabía matemáticas y contó mal. Lucas y Mateo dicen que Jesús nació estando reinando Herodes el Grande, que murió en el año 4 a.C. Por tanto, hay un desfase de 4 años. La mayoría de expertos coinciden en fechar el nacimiento de Jesús entre los años 6 y 9 antes de nuestra era.
-¿Hay algo real y genuino en la Navidad cristiana?
-Sí, la figura de Jesús. El resto son cosas que ya existían. Mucho antes del cristianismo había un dios fundamental, Mitra, que tampoco es original, lo copiaron de dioses anteriores. El dios Mitra nació de madre virgen en una cueva, fue adorado por pastores y poderosos, era hijo de dios padre, intermediario entre los hombres, murió y resucitó el tercer día…
-…y nació por Navidad.
-En el solsticio de invierno. Durante los primeros siglos del cristianismo incluso se prohibió especular sobre cuándo había nacido Jesús. No era un elemento de fe importante. No se construyó el cristianismo sobre su nacimiento, sino sobre su muerte. En el siglo IV, para contrarrestar las celebraciones en honor a Mitra, se adjudicaron sus tradiciones al judío Jesús, que heredó todos estos mitos ancestrales.
-¿Lo que celebramos en realidad el 25 de diciembre es el solsticio de invierno?
-Eso sí. Los mitos siguen siendo los mismos, cambian los personajes que los encarnan. Hace 4.000, 5.000 años… que celebramos el nacimiento de la esperanza en el solsticio de invierno. Es un culto solar. Ese día es el más corto del año, que empezará a alargarse. Celebramos la regeneración de la naturaleza. Eso es lo que encarna Jesús.
-¿Y qué me dice de los Reyes Magos?
-Mateo habla poco de ellos y dice que eran unos magos de Oriente que dejaron tres regalos al niño. Hubo mucho debate sobre si eran dos, tres, 12, 64… Hasta que Orígenes, el padre de la Iglesia, dijo algo muy lógico: como hay tres regalos, hay tres magos. Pero como que los magos estaban mal vistos, los transformaron en reyes magos, sabios o astrólogos, lo que justificaba que podían conocer la posición de las estrellas y llegar hasta el portal. La tradición fue evolucionando. En los siglos V y VI, los nombres ya están asentados, pero van cambiando las edades…
-…y el color de piel de Baltasar.
En el siglo VIII empieza a ser ‘fuscus’, lo que nos pasa a todos cuando vamos a la playa, la piel bronceada. Y es blanco en todas las pinturas del siglo XV. En cambio, en el siglo XVI ya lo pintan negro.
-Esta medida sería ahora muy políticamente correcta…
-Entonces también. Aunque se cepillaban a los negros, a los indios y a todo el mundo que no fuese blanco y cristiano, se decidió que los reyes representasen las diferentes razas.
-¿Y qué pinta Papá Noel?
-Mucho, aunque pinta más en el norte de Europa. Es una mezcla de tradiciones distintas. En la base está el obispo turco del siglo IV, Sant Nicolás, que acabó siendo protector de los niños e inocentes. En Holanda fue muy reconocido y traía juguetes y dulces a los niños. Cuando los holandeses fueron a la que es hoy Nueva York, se llevaron sus tradiciones. El escritor Washington Irving hizo una novela sobre los holandeses y satirizó al personaje. Gustó mucho y un dibujante empezó a darle forma. Fue evolucionando junto con una serie de mitos que existían en el norte de Europa: el padre invierno y los gnomos del bosque. Acabó formándose el PapÁ Noel actual, con la variante que era un personaje un poco hierático.
-Hasta que la Coca-Cola le dio chispa.
-Lo utilizó en una campaña del año 31, pero no le funcionó. Entonces encargó a uno de sus dibujantes que lo hiciese más humano. Se inspiró en un vendedor de prensa sueco con facciones bonachonas.
-¡Vaya manipulación!
-Los mitos siempre nos llegan muy trabajados. Las bases del mito subsisten, pero cambian los ropajes, los personajes, cómo se celebra… Si el mito funciona, es algo casi genético.
-¿Todavía funciona el mito actual de la Navidad o convendría hacer un nuevo 'remake'?
- El problema no es que no funcione el mito, es que nos hemos convertido en ignorantes. No sabemos qué es. Nos hemos endurecido de corazón y neuronas. Muchos, incluso creyentes, celebramos la Navidad de forma maquinal y administrativa. Hace 50 años en las comunidades rurales, la Navidad era una época especial, que se celebraba con emoción, devoción y conocimiento de lo que se hacía. Esto lo hemos perdido. El Tió, que tiene una base mítica y ritual preciosa, lo hemos convertido en vestir de no sé qué un trozo de madera y pegarle bastonazos.
-¿Cuál es el significado del Tió?
-Viene del árbol, que es uno de los ritos más antiguos que se relacionan con el solsticio de invierno. Se adoraba al espíritu de la naturaleza, representado por los árboles. El árbol sagrado, básicamente, era el roble, que se había quedado desnudo, sin hojas, por lo que se pensaba que el espíritu sagrado se había ido. Cuánto antes volviese, antes se regeneraría la naturaleza. Por eso, adornaban el árbol con ropas de colores, huevos pintados… para que regresara la esperanza, la regeneración. El Tió es un culto a este árbol sagrado, y un ritual de educación y respecto a la naturaleza dirigido a los niños. Se les enseñaba a cuidarlo y a cambio, él daba algún regalo.
-Y aparecen los regalos. Uno de los elementos principales de nuestras celebraciones navideñas.
-El regalo ya existía en las culturas mesopotámicas y también en Roma. Cuenta la leyenda que un gobernador de la recién fundada Roma recibió un regalo que le trajo suerte y que venía con unas hojas de laurel del bosque de la diosa Estrenia. De ahí vienen las ‘estrenes’ que decimos en catalán. En aquellas épocas se regalaban detalles o una moneda de bajo valor acompañados de vegetales mágicos. Los romanos degeneraron y empezaron a hacer regalos fastuosos. Incluso se legisló prohibiendo regalos de cierto valor. En la Edad Media había penas de cárcel para los que gastaban más de lo que se podían permitir.
-Hoy muchos padres estarían entre rejas…
-Todos. El regalo debe ser un detalle hermoso, cargado de efecto y valor, pero no de coste.
-¿Cómo celebra la Navidad?
-Con tranquilidad y con la familia, huyendo de las aglomeraciones. La Navidad tiene que ser un tiempo también de introspección.
-Y renovación. ¿Por eso los buenos propósitos de año nuevo?
-Efectivamente. Eso ya lo hacían las culturas mesopotámicas. Existe una tablilla mesopotámica con propósitos escritos.
-No somos nada originales.
-En absoluto. Todo está inventado, vivido…
-…y olvidado.
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